Robots polinizadores, mecanismos cibernéticos que asimilan organismos en vías de extinción, bacterias que emiten gases que son transformados en sonidos.
El arte va adelantado a los tiempos. Los artistas son observadores de la realidad y luego del análisis crítico respectivo, la deforman y muestran esos aspectos que nadie quiere ver. Lo moral, lo ético. Quieren mostrarnos y molestarnos.
Robots que imitan gestos de territorialidad de especies de lagartos o aves del bosque. Eso es lo que construye Ian Ingram.

Ian estudió geofísica en el MIT y quisiéramos saber que camino tomó para crear arte con la tecnología disponible. Nos sorprende que del estudio de un área tan distinta a la biología, , llegue a disminuir su escala del problema ecosistémico del planeta Tierra a un ente cibernético que pudiese relacionarse con aves. La comunicación de un robot-ave-carpintero hermafrodita es provocador. Poético si está en medio de un bosque natural. El mecanismo comunica el golpeteo para declarar territorio de un macho o la señal de tamborileo de un buen punto de construcción de un nido. El ser artificial tiene sus límites, la máquina no puede excavar ni procrear.
Esta pieza es la respuesta al abuso de plaguicidas masivos. El polinizador sintético de Michel Candy. Esta inteligencia artificial (AI) podría ser la solución para complementar el ciclo repoductivo de especies vegetales. En otra capa de lectura, la obra trata de ser un reservorio de polen para aumentar la superficie de cruce entre plantas y llamando la atención de abejas hambrientas, ya que además cuenta con un suplemento de néctar.m

Sonoridades microbianas. Esta obra corresponde a un sistema artificial que interpreta las sonoridades de colonias bacterianas. La IA siente la comunicación y aprende patrones de la fisiología de las bacterias.
